La conspiración contra la especie humana
Vaca, cerdo, a veces cabra: todos entran en nosotros y salen de nosotros. Esto forma parte del régimen de necedades que la naturaleza nos obligó a seguir. Pero no son las únicas necedades que debemos soportar mientras vamos de acá para allá por la tierra y la recorremos de un lado a otro. La necedad de la naturaleza, la necedad de Dios. ¿Cuánta necedad podemos aguantar en nuestras vidas? ¿Y hay alguna forma de evitarla? No, no la hay. Estamos condenados a todo tipo de necedades: la necedad del dolor, la necedad de la pesadilla, la necedad del sudor y el esclavo, y muchas otras formas y tamaños de necedad insufrible. Nos la sirven en bandeja, y debemos comerla o afrontar la necedad de la muerte.
A partir de las ideas del filósofo noruego Peter Wessel Zapffe, Thomas Ligotti analiza la gran tragedia de nuestra especie: el exceso de consciencia.
El proceso evolutivo ha hecho que desarrollemos la cualidad más poderosa para garantizar el éxito y la supervivencia del ser humano; pero el implacable azar ha querido que esta sea un arma de doble filo, convirtiéndonos en una paradoja. Sabemos demasiado y, lo que es peor, somos capaces de imaginar demasiado. Nuestra muerte, nuestro sufrimiento y el de los demás.
Así, toda nuestra patética existencia es una lucha para rebajar ese nivel de consciencia; según Zapffe, podemos clasificar las estrategias que utilizamos para ganar esta guerra perdida de antemano:
-Aislamiento: encerrar ese exceso de conocimiento en un oscuro cajón de nuestra mente.
-Anclaje: utilizar elementos externos que proporcionan verdades inmutables a las que aferrarse para evitar caer en la tentación de pensar demasiado (familia, patria, religión,…)
-Distracción: encontrar cualquier actividad que nos distraiga de la tragedia.
-Sublimación: exponernos a nuestros temores a través de libros, obras de arte, etc., como manera de exorcizarlos, como ensayo para que nada nos pille de susto.
Cada uno de nosotros sería un campo de batalla en el que blandimos estas débiles armas hasta llegar al siempre bochornoso final de esta tragicomedia; un final en el que nunca hay aplausos (“…envejecer, morir, es el único argumento de la obra.“). ¿Por qué seguir perpetuando semejante agonía? ¿Cuál es el fin de la reproducción en una especie sumamente consciente del horror?
Ligotti desarrolla estas ideas generales, finalizando con un análisis de lo sobrenatural en la literatura de terror, ejemplos de la estrategia de sublimación. Un libro concebido como ensayo pero que en realidad es una historia de terror. O, mejor dicho, la historia definitiva de terror. Mi vida, tu vida, nuestras vidas; una soberbia patada en el estómago al optimismo (sobre todo a los optimistas) y al deseo de “trascendencia”.
La eterna pregunta sí tiene respuesta. Sería cuestión de empezar a ser humano de verdad, desbridar la consciencia y dejar de conspirar contra lo que somos. Así dejaríamos de ser los payasos de la evolución.