Todos estos años los sueños pudieron ser mantenidos a raya. Pero tú has confraternizado con ellos, sé que lo hiciste. Cometí un error contigo. Permitiste que mi ángel fuera envenenado por los sueños que no pudiste negar. Era un ángel, ¿lo sabías? Estaba libre de cualquier pensamiento y libre de cualquier sueño. Y tú eres quien lo hiciste pensar y soñar, y ahora está muriéndose. Y no está muriendo como ángel, sino como demonio ¿Quieres ver cómo es ahora? -dijo señalando hacia la puerta que conducía al sótano de la casa -. Sí, está allí abajo porque ya no es como era y ya no podía permanecer donde estaba. Se marchó reptando con su propio cuerpo, el cuerpo de un demonio. Y tiene sus propios sueños, los sueños de un demonio. Está soñando y muriendo por sus sueños.
Thomas Ligotti, Noctuario:
Primera parte – Estudios de sombra
El ángel de la señora Rinaldi
– La cara – dijo recostándose hacia atrás sobre el respaldo de su asiento -. Estaba justo allí, del tamaño, no sé, de una ventana o un cuadro colgado en la pared, aunque en este caso se encontraba en el suelo y era un enorme óvalo, no rectangular. Era exactamente como si alguien hubiera enterrado parcialmente a un gigante, o incluso mejor, una máscara de gigante. Aunque el contorno del rostro más que enterrado en la tierra parecía más bien, bueno, entretejido, supongo que esa sería la palabra correcta, en el suelo. Tenía los ojos cerrados, aunque no fuertemente cerrados… no parecía estar muerto… sino relajado. Lo mismo ocurría con los labios, labios carnosos rozándose el uno contra el otro. Incluso la piel del rostro de un gris ceniciento, y las suaves mejillas. Quiero decir que parecían realmente suaves, porque en realidad no las toqué para cerciorarme. Creo que estaba dormido.
Thomas Ligotti, Noctuario:
Segunda parte – Discurso sobre la negrura
El extraño diseño del maestro Rignolo
Resultaba imposible saber en qué lugar despertó más tarde. Bajo tierra, quizás, debajo de la tienda de tan peculiares mercancías. Desde ese momento permaneció siempre en la oscuridad, excepto en aquellas ocasiones en las que sus cuidadores bajaban e iluminaban con una lámpara su monstruosa forma. (La víctima de una magia terrible, susurraba el guía). Pero la brillante luz nunca interrumpía sus sueños, porque su forma en esos momentos no estaba equipada con nada que hiciera la función de ojos.
Thomas Ligotti, Noctuario:
Tercera parte – Cuaderno de la noche
Lo desconocido