Una sorpresa muy agradable este librito de retazos, publicados décadas después de la muerte del autor. Con lógica aplastante, mucha sorna y cierta perplejidad, analiza parte de los textos sagrados del cristianismo, entrando de lleno en temas como la enfermedad y la muerte. La brutal ironía de algunas páginas es impagable, capaz de dejar con la boca abierta al más descreido de los lectores.
“Pero con el tiempo la Deidad decidió que se había equivocado con la muerte, porque se le estaba quedando corta. Es decir, que como agente no bastaba porque aun siendo admirable a la hora de atormentar al superviviente, permitía al muerto propiamente dicho refugiarse de toda persecución una vez enterrado en la bendita tumba. Esto no era satisfactorio. Había que idear una forma de perseguir a los muertos más allá de la tumba. La Deidad rumió este asunto durante cuatro mil infructuosos años, pero en cuanto llegó a la Tierra y se hizo cristiano se le aclaró la mente y supo lo que debía hacer. Primero inventó el Infierno y luego lo anunció.”
Colors, Beck
Suena como si los Foo Fighters tuvieran un hijo con los B-52’s y este se fuera de fiesta con los Scissor Sisters a un after. Beck vuelve con una coctelera, agitándola con mucha fuerza. Todo muy loco.
Escucha la canción del viento – Pinball 1973, Haruki Murakami
Las dos primeras novelas (escritas en la mesa de la cocina) del escritor nipón, en las que seguimos las andanzas de dos personajes jóvenes en su paso a la madurez. Escucha la canción del viento es más ortodoxa, y Pinball 1973 comienza a introducir los elementos de esa especie de realismo mágico a la japonesa que caracteriza la obra del autor. Esta última está mejor estructurada, aunque ambas parecen un poco deslabazadas, siendo las conexiones entre historias paralelas como hilos de telaraña. Aún así, es una lectura interesante y se vislumbra la gran capacidad de Murakami para construir relatos creíbles pero que rozan lo sobrenatural.
Utopia, Björk
Björk está alcanzando la vaporosidad definitiva a base de tecnología. A veces funciona, como en “The Gate”, pero en general la falta de melodías claras, el exceso de ruidos y las flautas despistadas no terminan de crear una mezcla convincente. Desde luego no es lo mejor de la islandesa. Visualmente, y en eso sí que no falla, sigue impactando con sus nuevas propuestas, pero esta duendecilla con antepasados Klingon resulta un poco aburrida musicalmente.
La materia oscura y los dinosaurios, Lisa Randall
Partiendo de la suposición de que la materia oscura no está compuesta únicamente por un solo tipo de partícula, Lisa Randall especula sobre la posibilidad de la existencia de un disco de materia oscura en el plano de la galaxia. De momento, los datos y teorías la consideran repartida formando una esfera, pero si entre las hipotéticas partículas oscuras existen fuerzas no conocidas y aquellas no están únicamente afectadas por la gravedad podrían acumularse en el plano galáctico, como ocurre con la materia normal. Ese es el verdadero tema del libro. Los dinosaurios del título hacen referencia a las grandes extinciones, pues la influencia gravitatoria de ambas materias provocaría una lluvia de cometas en el sistema solar interior cuando el sol cruza el plano en su traslación por la galaxia.
Biografía relatada en primera persona que resume las conversaciones de Vaquerizo con el propio McNamara y otras personas cercanas a él. Un repaso a lo que fue la movida, la pérdida prematura de muchos seres queridos, la adicción a la droga, la desintoxicación y una nueva vida en la que la religión católica ocupa un lugar predominante. Además de todo eso, la pintura, el aspecto más interesante de McNamara. El libro se me queda un poco corto en muchos aspectos. Fabio es lo más cercano a un extraterrestre que vamos a conocer (exceptuando a la Bowie, claro), y me habría gustado algo más de profundización en algunos detalles. Quizás no quería contar más… o no había nada más que contar. Me quedo con esta sabia frase: “Y para mí la lección ha sido que la droga es una mierda, porque el arte no nos lo daba la droga, el arte lo teníamos nosotros”.
Impacto, Douglas Preston
La primera, en la frente. Página 14: “… el aparato giró hacia una mancha en la base de la espada de Orión. -¿Qué vamos a mirar? -La galaxia de Andrómeda”. Después de esto estuve a punto de tirar el libro, pero investigué y en la edición original no apuntan el telescopio hacia Orión, sino hacia la constelación de Andrómeda… lógicamente. Así que seguí leyendo. Una historia entretenida, capítulos cortos, combinando tres acciones simultáneas cuya resolución digamos que es poco plausible. Alguien debería decirle a la chica protagonista que si sigue tomando así el café va a terminar diabética perdida. Y, por cierto: no es ciencia ficción; es más bien un manual de conducción de yates.
Jackie, Pablo Larrain
Dos películas he visto del director chileno y puedo declararme fan. “El Club” era una bofetada con la mano bien abierta y con sorna; “Jackie” es elegante y contundente a la vez. Una estructura narrativa inteligente, que utiliza los cuatro días después del asesinato de Kennedy para hablar del poder, de la política, de la vida y la muerte. Destacar al recientemente fallecido John Hurt entre el resto de competentes secundarios. Película muy recomendable
Moonlight, Barry Jenkins
Pues esto es CINE, con mayúsculas. Se le podrían hacer muchos elogios, pero me quedo con este: trata al espectador como a un adulto, que no es poco. La historia se cuenta con el lenguaje cinematográfico, no con un guión lleno de obviedades para una audiencia que se ha vuelto perezosa a base de explosiones y música chantajista para hacerle llorar. No es una película para el gran público, pero seguro que tienen curiosidad, sobre todo después de todo el follón de la entrega de los Oscars. Me alegro, porque así llegará a más gente.
Billy Budd, Benjamin Britten (Teatro Real)
Mi primera ópera de Britten en directo y ha sido toda una experiencia. Por suerte nuestras butacas esta vez no tenían el fastidioso apellido de “visibilidad reducida”, porque la escenografía es apabullante, el marco perfecto para una música que fluye entre lo atronador de los coros totalmente masculinos y la sutileza de los pasajes introspectivos de la obra, todo acompañado de una iluminación prodigiosa. No tengo suficientes tablas para valorar si fue una interpretación perfecta, pero sí para decir que la disfruté muchísimo. Me quedo con más ganas de Britten y más ganas de ópera. Excelente propuesta la del Teatro Real.
John Grant vuelve del estudio con este Grey Tickles, Black Pressure bajo el brazo.
El tercer álbum de estudio del antiguo líder de The Czars es uno difícil de digerir en la primera escucha. Repleto de electrónica, es un disco más maduro y complejo que sus dos anteriores trabajos.
Al escuchar Disappointing como adelanto, creo que todos esperábamos una colección de canciones pop en un estilo más desenfadado y optimista; que el osito más atractivo (con permiso de Merrit, claro) de entre los cantautores de las últimas décadas ya había dejado atrás muchos de sus traumas. Pero John Grant nos presenta un ejercicio de cinismo que impregna todo en este trabajo, desde las letras a la instrumentación, pasando por esa portada imposible de chaleco de punto, pajarita, colores pastel y ojos brillantes.
El diseño interior contiene imágenes perturbadoras, que inmediatamente recuerdan al cariño por la sangre artificial de Wayne Coyne (que yo también comparto), y que ya aparecían en el video presentación del disco, acompañadas de parte de la canción que da título al disco:
Esas “cosquillas grises” son la traducción literal de la frase que utilizan los islandeses parar referirse a la crisis de los cuarenta, a la que acompaña de la “presión negra”, otra expresión, esta vez tomada del turco, para referirse a las pesadillas. Crisis de mediana edad, pesadillas. Más cerca de estas últimas que de la primera, nos encontramos con ese cinismo brutal que mencionaba:
“…y resulta que hay niños que tienen cáncer; así que se cancelan las apuestas, porque no puedo competir con eso. Tengo cosquillas grises y presión negra, y preferiría perder mi brazo en una trituradora de maiz, como el tío Paul, como el tío Paul.”
Una canción melódicamente muy potente, con unos arreglos para cuerda y coros celestiales que quitan el sentido. Es, sin duda, uno de los grandes momentos del álbum, repleto de melancolía, teñida de pasotismo e incomprensión ante el mundo.
Por eso, el salto a la siguiente canción, Snug Slacks (pantalones ajustados), con una electrónica y ambiente parecido a That’s the Good News (canción extra en la edición especial del Queen of Denmark), y un tono muy sexual, es un triple salto mortal con tirabuzón que descoloca al oyente. Una letra aparentemente superficial, cantada con desgana “queer”, las menciones a otros artistas, Joan as Police Woman, que es confundida con Joan Baez, G G Allen, aunque en realidad es G G Allin (lo sé de buena fe, que soy medio fan de ese malnacido bestia, aunque parezca mentira)… Todo hace que esta canción parezca una bofetada después del tema anterior.
En Guess How I Know y You and Him añade la distorsión al ritmo machacón del sintetizador, para presentar cuitas de amor, relaciones tormentosas con gente fría y superficial, a la que puede llegar a comparar con dictadores, pero que no anulan la posibilidad de un polvo… De nuevo el cinismo en estado puro, en dos canciones “destroyer”, en cuanto a sonido y a letra.
Y, de repente, parece que Spotify se ha colado y te ha puesto un disco de la Creedence cuando suenan los primeros acordes de Down Here. En seguida aparece el Moog y la voz de barítono de Grant y nos reubicamos, entre críticas a las personas que quieren tenerlo todo controlado y no paran de hacer cosas, como si no hubiera un mañana. Las “cosquillas grises” actuando.
Voodoo Doll, primera muestra funky con coros “shoo-bi-doo” del disco. Magia negra invertida: “Te hice un muñeco de vudú, luego le dí un poco de sopa de pollo. ¿Sentiste el calorcito en tu interior? ¿Notaste cómo tu tristeza desaparecía y moría?”. Fuera la frivolidad, cariño en estado puro.
Global Warming y Magma, dos canciones épicas, con arreglos impresionantes, letras más crípticas, también amor, quizás el SIDA (“… y dice que es momento de llenar las venas de nuestro héroe con una vergüenza que es tan profunda que hace imposible que concilie el sueño”). La voz de Grant acaricia especialmente en este par de temas, que enlazan con la oscura y apocalíptica Black Blizzard, vuelta al sintetizador con unos loops magníficos e inquietantes.
Disappointing, una especie de “My Favourite Things” del amor, la canción más “comercial” del disco que retoma el funk y el “sho-bi-doo”. Y Grant, en esos tonos tan bajos, nombrando artistas y escritores rusos… para derretirse.
Acercándonos al final, No More Tangles, no más enredos, incide de nuevo en las relaciones complicadas, del tipo síndrome de Estocolmo y la lucha por salir de ellas; de ritmo sincopado, sintetizador ochentero, quizás no muy acertado, la verdad, pero el colchón de violines, los toques de metales y una notable melodía la salvan.
Sigourney Weaver en Queen of Denmark, Ernest Borgnine en Pale Green Ghosts y Geraldine Paige en este que nos ocupa ahora. Una de esas confesiones a sus actrices o actores admirados; en este caso la confesión de la crisis, después de pasar por terrenos escabrosos en la vida, del despertar a la más dura realidad y darse cuenta de que atravesar distintos traumas no es garantía de nada. No mires a la luz, Carol Anne, es una trampa.
Así termina la controlada montaña rusa que es este disco. ¿Por qué lo califico de ejercicio de cinismo? La pista definitiva, el texto que da comienzo, en distintos idiomas y a lo Steve Reich en la Intro, y final, en la voz de una inocente niña en la Outro, al álbum:
“Love is patient, love is kind. It does not envy, it does not boast, it is not proud. It does not dishonour others. It is not self seeking, it is not easily angered, it keeps no record of wrongs, love does not delight in evil, but rejoices with the truth. It always protects, always trust, always hopes, always perseveres. Love never fails.”
“El amor es paciente, es servicial. No envidia, no presume. No es orgulloso, no deshonra a otros, no busca su propio interés, no se indigna con facilidad, no recuerda lo malo, no se deleita con la maldad, sino que se regocija en la verdad. Siempre protege, siempre confía, siempre tiene esperanza, siempre persevera. El amor nunca decepciona.”
Primera Carta de San Pablo a los Corintios, Capítulo 13.
El capítulo 6 de esa misma carta dice así: “Ni los fornicadores, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los codiciosos, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.”
Por eso no creo que Grant utilice el texto de San Pablo en un sentido literal, como una blandengue oda al amor, sino más bien como una acusación a los clichés. Añadamos al cóctel las temáticas de las canciones, la portada kitsch-diabólica y la sangre de las imágenes del interior… Lo dicho, un disco difícil y arriesgado en todos los sentidos.
Tras un interludio en el que la megapantalla es la protagonista, mostrando imágenes icónicas de la gira del “Achtung Baby“, y con un mix de “The Fly” de fondo, comienza la segunda parte del concierto.
A continuación, “Invisible“, canción de este año 2015 que no está en ningún álbum oficial y que forma parte de una campaña para la lucha contra el SIDA. El grupo está dentro de la pantalla y sólo los vemos en algunos momentos de la canción, cuando los gráficos lo permiten. Una puesta en escena impresionante. Volvemos al “Achtung Baby” con dos de los éxitos del disco: “Even Better Than the Real Thing” y “Mysterious Ways“. Esa fue, sin duda, una de sus épocas más creativas, su disco más vendido y reconocido, así que es lógico que tenga tanto peso en sus conciertos.
Como es habitual, Bono elige a una chica del público para que comparta escenario con ellos, que graba parte de la actuación con un móvil que se proyecta en la pantalla. Y, antes de continuar, entre el público vemos a alguien sujetando un cartel: “Singer with a broken finger” (“Cantante con el dedo roto”). No es otro sino Jimmy Fallon, famoso presentador de televisión estadounidense, que se atreve con todo un “Desire“, ayudando a Bono en la voz, mientras vemos proyectadas las imágenes desde el teléfono móvil, junto con mensajes en tiempo real de los asistentes al concierto enviados a una red social. Otra de las canciones más conocidas del “Rattle and Hum“, “Angel of Harlem“, suena con el acompañamiento de The Roots, un grupo de Philadelphia, asiduos del show de Jimmy Fallon. De nuevo “Songs of Innocence” toma el protagonismo, por última vez en la noche, con “Every Breaking Wave“, dejando paso a una de las imprescindibles del grupo: “With or Without You“, del aclamado “The Joshua Tree“, el disco que les dio fama mundial, con el estribillo casi imposible de escuchar entre los gallos (propios y ajenos) del público… pero a eso vamos, a disfrutarlo.
Un paseo más por la bomba atómica con “City of Blinding Lights“, una bella canción con una preciosa historia y que tiene mucho de Nueva York y de la tragedia del 2001. Por eso no es extraño que el tono se oscurezca para tocar “Bullet the Blue Sky“, de “The Joshua Tree“, canción de las más potentes del grupo, y que termina con esa larga coda hablada, acompañada por la batería y el bajo, sólo interrumpida por un excelente solo de The Edge, crítica con las primeras potencias del mundo (“and we run into the arms of America…”). De nuevo la montaña rusa sube a lo más alto con “Pride (In the Name of Love)“, de “The Unforgettable Fire“, muestra de lo mejor de la década de los 80 y todo un himno de la banda, con la que termina oficialmente el concierto. Pero no podía quedar así, por supuesto, así que los irlandeses nos regalan tres canciones más, comenzando con “Beautiful Day“, del disco “All that You can’t Leave Behind“, que suena como los ángeles, para dejar paso, como no podía ser de otra manera, al órgano y el solo de guitarra de The Edge que introduce “Where the Streets Have no Name“… y los pelos como escarpias cuando el bajo de Adam Clayton y la batería de Larry Mullen Jr. rompen el cielo para que Bono nos diga eso de que quiere correr y esconderse, derribar los muros que lo tienen encerrado, que quiere alcanzar y tocar la llama… donde las calles no tienen nombre. Ese podría ser el glorioso final de esas 2 horas maravillosas, pero el dublinés nos hace un bonito regalo que nos trae directamente desde Berlin, lugar donde nació “One“, y nos deja solos con el resto de la banda: decenas de miles de personas cantando como uno. Inolvidable final de concierto, cantando y tomando Manhattan y Berlin.
U2 y Nueva York: dos de las cosas que habría que ver al menos una vez en la vida.
Un caluroso miércoles, 22 de Julio, después de otro día de patearnos la ciudad, visita al legendario Stonewall (cerrado), al Chelsea Hotel (en obras) y una comida rápida en un banquito de Washington Square, rodeados de música Jazz y ardillas. Después de un reposo en el hotel, a las 19:00 ya estábamos atravesando la (extrema) seguridad del Madison Square Garden para asistir al concierto de U2, en su tercera actuación en Nueva York. Y estas son las impresiones… Uno, dos, tres…. catorce!!! Vamos allá.
Después de varias canciones para hacer ambiente mientras apuramos los obligatorios”nachos with cheese”, suena “People have the power” en los altavoces, y el grupo aparece en el escenario. Su primera canción, “The Miracle (of Joey Ramone)“, del álbum de este año, “Songs of Innocence“. Estribillo pegadizo, digno comienzo del concierto, con un público entregado. La temática del tour es una especie de retorno a inocentes tiempos pasados desde la perspectiva de la experiencia. Por ello, la banda irlandesa alterna canciones nuevas con otras de sus primeros discos, como “Out of Control“, de su primer disco, “Boy“. A la que sigue “Vertigo“, de “How to dismantle an atomic bomb“, con su correspondientes acotaciones en español, que uno no puede quitarse de la cabeza, para continuar con un verdadero clásico, también de “Boy“: “I will follow“. Tremenda respuesta del público: todos nosotros, ya entrados en años, gritando ese obsesivo “walk away, walk away, I walk away, walk away!”.
Tras este comienzo brutal, volvemos al presente con “Isis (Hold me close)“, “Cedarwood Road” y “Song for someone“, todas del último disco. Es en esta parte donde la impresionante pantalla situada entre las dos partes del escenario cobra vida y vemos a Bono introducirse en ella e interactuar con las imágenes. El diseño del escenario es una maravilla: la gigantesca pantalla pasa de la semitransparencia a la opacidad, puede elevarse y al ser doble permite la existencia de un pasillo interior, el truco para que el grupo pueda actuar dentro.
Vuelta al pasado, una de sus canciones más aclamadas, del disco “War“: “Sunday bloody Sunday“, que sigue teniendo la fuerza que tenía hace ya más de tres décadas. A continuación suena “Raised by wolves“, del último disco, una buena manera de conectar los horrores que nunca cambian, terrorismos de todo signo que no sólo hacen explotar bombas, también nuestra esperanza… (“I don’t believe anymore”). “Until the end of the world“, hasta el fin del mundo, una preciosa canción que aparecía en la película homónima de Wim Wenders, y que nos sumerge en la época gloriosa del “Achtung Baby“, clausurando la primera parte del concierto.
Adelanto de su nuevo disco “Grey Tickles, Black Pressure“, con la colaboración de Tracey Thorn, Grant nos alegra la vista con unos cuantos osotes norteños disfrutando de una relajante sauna… Bear Power for everyone!!