Grey Tickles, Black Pressure
John Grant vuelve del estudio con este Grey Tickles, Black Pressure bajo el brazo.
El tercer álbum de estudio del antiguo líder de The Czars es uno difícil de digerir en la primera escucha. Repleto de electrónica, es un disco más maduro y complejo que sus dos anteriores trabajos.
Al escuchar Disappointing como adelanto, creo que todos esperábamos una colección de canciones pop en un estilo más desenfadado y optimista; que el osito más atractivo (con permiso de Merrit, claro) de entre los cantautores de las últimas décadas ya había dejado atrás muchos de sus traumas. Pero John Grant nos presenta un ejercicio de cinismo que impregna todo en este trabajo, desde las letras a la instrumentación, pasando por esa portada imposible de chaleco de punto, pajarita, colores pastel y ojos brillantes.
El diseño interior contiene imágenes perturbadoras, que inmediatamente recuerdan al cariño por la sangre artificial de Wayne Coyne (que yo también comparto), y que ya aparecían en el video presentación del disco, acompañadas de parte de la canción que da título al disco:
Esas “cosquillas grises” son la traducción literal de la frase que utilizan los islandeses parar referirse a la crisis de los cuarenta, a la que acompaña de la “presión negra”, otra expresión, esta vez tomada del turco, para referirse a las pesadillas. Crisis de mediana edad, pesadillas. Más cerca de estas últimas que de la primera, nos encontramos con ese cinismo brutal que mencionaba:
“…y resulta que hay niños que tienen cáncer; así que se cancelan las apuestas, porque no puedo competir con eso. Tengo cosquillas grises y presión negra, y preferiría perder mi brazo en una trituradora de maiz, como el tío Paul, como el tío Paul.”
Una canción melódicamente muy potente, con unos arreglos para cuerda y coros celestiales que quitan el sentido. Es, sin duda, uno de los grandes momentos del álbum, repleto de melancolía, teñida de pasotismo e incomprensión ante el mundo.
Por eso, el salto a la siguiente canción, Snug Slacks (pantalones ajustados), con una electrónica y ambiente parecido a That’s the Good News (canción extra en la edición especial del Queen of Denmark), y un tono muy sexual, es un triple salto mortal con tirabuzón que descoloca al oyente. Una letra aparentemente superficial, cantada con desgana “queer”, las menciones a otros artistas, Joan as Police Woman, que es confundida con Joan Baez, G G Allen, aunque en realidad es G G Allin (lo sé de buena fe, que soy medio fan de ese malnacido bestia, aunque parezca mentira)… Todo hace que esta canción parezca una bofetada después del tema anterior.
En Guess How I Know y You and Him añade la distorsión al ritmo machacón del sintetizador, para presentar cuitas de amor, relaciones tormentosas con gente fría y superficial, a la que puede llegar a comparar con dictadores, pero que no anulan la posibilidad de un polvo… De nuevo el cinismo en estado puro, en dos canciones “destroyer”, en cuanto a sonido y a letra.
Y, de repente, parece que Spotify se ha colado y te ha puesto un disco de la Creedence cuando suenan los primeros acordes de Down Here. En seguida aparece el Moog y la voz de barítono de Grant y nos reubicamos, entre críticas a las personas que quieren tenerlo todo controlado y no paran de hacer cosas, como si no hubiera un mañana. Las “cosquillas grises” actuando.
Voodoo Doll, primera muestra funky con coros “shoo-bi-doo” del disco. Magia negra invertida: “Te hice un muñeco de vudú, luego le dí un poco de sopa de pollo. ¿Sentiste el calorcito en tu interior? ¿Notaste cómo tu tristeza desaparecía y moría?”. Fuera la frivolidad, cariño en estado puro.
Global Warming y Magma, dos canciones épicas, con arreglos impresionantes, letras más crípticas, también amor, quizás el SIDA (“… y dice que es momento de llenar las venas de nuestro héroe con una vergüenza que es tan profunda que hace imposible que concilie el sueño”). La voz de Grant acaricia especialmente en este par de temas, que enlazan con la oscura y apocalíptica Black Blizzard, vuelta al sintetizador con unos loops magníficos e inquietantes.
Disappointing, una especie de “My Favourite Things” del amor, la canción más “comercial” del disco que retoma el funk y el “sho-bi-doo”. Y Grant, en esos tonos tan bajos, nombrando artistas y escritores rusos… para derretirse.
Acercándonos al final, No More Tangles, no más enredos, incide de nuevo en las relaciones complicadas, del tipo síndrome de Estocolmo y la lucha por salir de ellas; de ritmo sincopado, sintetizador ochentero, quizás no muy acertado, la verdad, pero el colchón de violines, los toques de metales y una notable melodía la salvan.
Sigourney Weaver en Queen of Denmark, Ernest Borgnine en Pale Green Ghosts y Geraldine Paige en este que nos ocupa ahora. Una de esas confesiones a sus actrices o actores admirados; en este caso la confesión de la crisis, después de pasar por terrenos escabrosos en la vida, del despertar a la más dura realidad y darse cuenta de que atravesar distintos traumas no es garantía de nada. No mires a la luz, Carol Anne, es una trampa.
Así termina la controlada montaña rusa que es este disco. ¿Por qué lo califico de ejercicio de cinismo? La pista definitiva, el texto que da comienzo, en distintos idiomas y a lo Steve Reich en la Intro, y final, en la voz de una inocente niña en la Outro, al álbum:
“Love is patient, love is kind. It does not envy, it does not boast, it is not proud. It does not dishonour others. It is not self seeking, it is not easily angered, it keeps no record of wrongs, love does not delight in evil, but rejoices with the truth. It always protects, always trust, always hopes, always perseveres. Love never fails.”
“El amor es paciente, es servicial. No envidia, no presume. No es orgulloso, no deshonra a otros, no busca su propio interés, no se indigna con facilidad, no recuerda lo malo, no se deleita con la maldad, sino que se regocija en la verdad. Siempre protege, siempre confía, siempre tiene esperanza, siempre persevera. El amor nunca decepciona.”
Primera Carta de San Pablo a los Corintios, Capítulo 13.
El capítulo 6 de esa misma carta dice así: “Ni los fornicadores, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los codiciosos, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.”
Por eso no creo que Grant utilice el texto de San Pablo en un sentido literal, como una blandengue oda al amor, sino más bien como una acusación a los clichés. Añadamos al cóctel las temáticas de las canciones, la portada kitsch-diabólica y la sangre de las imágenes del interior… Lo dicho, un disco difícil y arriesgado en todos los sentidos.