El fin de la Eternidad

26     Andrew Harlan tiene la función de Ejecutor en la Eternidad. Es uno de los encargados de realizar sutiles cambios que crearán reacciones en cadena para que la Realidad sigua un curso pacífico y libre de sufrimientos para la humanidad. Miles de mentes de todos los tiempos trabajan para ese fin, aislados de la historia, generando innumerables cambios de realidad, encauzando el destino de la especie. Una labor que ahora puede estar en peligro por una fuerza que es capaz de de rebasar incluso las fronteras temporales y acabar con la Eternidad: el amor.

 

Esta novela de Isaac Asimov contiene todos los elementos que han definido la ciencia-ficción durante su evolución: especulaciones sobre los avances científico-tecnológicos y su efecto sobre la sociedad y el individuo, una historia ágil que atrapa desde el principio, descripciones de otros mundos (en este caso las distintas épocas futuras de nuestra civilización), un personaje principal que ostenta una gran responsabilidad y que tiene en su poder la opción de cambiarlo todo,… Resumiendo, es una gozada para el amante de la ciencia ficción clásica.

     Harlan no es el protagonista prepotente y “machito” que tanto abunda en la ciencia ficción de esas décadas. Asimov inyecta humanidad en el personaje, derramando sobre él dudas, celos, pasión e inseguridad. No es un anti-héroe, pues tiene cualidades suficientes para marcar la diferencia; es un elegido, pero eso no lo despoja de su carnalidad, y se nos presenta como otra marioneta del destino que, gracias al amor, es capaz de cortar las cuerdas que lo manejan.   Nota: se debe aclarar que eso del “amor que rebasa dimensiones” aquí es simplemente una metáfora, no una mistificación hortera como vimos hace poco en Interestelar…

El personaje femenino, Noys, que supuestamente procede de un siglo liberal en sus costumbre, no está tan definido. En cierto modo parece que simplemente era necesaria como disparador del cambio a través de la obsesión de Harlan por ella. Es la única pega, junto con un final “made in Hollywood”, que le puedo poner a este magnífico libro.

No hay que olvidar la maestría con la que Asimov trata un tema tan complejo como el del viaje en el tiempo y sus paradojas. Según transcurre la trama, el lector no tiene ningún problema para situarse entre las breves explicaciones y especulaciones científicas sobre esa hipotética Eternidad, un lugar fuera del tiempo. Ahí es donde se parecia la madera de divulgador del estadounidense, que, esta vez, no desborda al lector con datos, dejando que la acción suceda sin más. Eso sí, aderezada con una interesante reflexión sobre las implicaciones morales que se deriva del uso de una tecnología tan avanzada que modifica lo más íntimo de la propia realidad y del ser humano.

Un buen ejemplo, en definitiva, de lo que ha hecho de Asimov uno de los escritores imprescindibles del género.

 

Título: “El fin de la Eternidad”

Autor: Isaac Asimov

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 26.

1955 (edición 1977)

276 páginas

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