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La edad de oro de la ciencia ficción, I

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Isaac Asimov presenta la primera parte de una recopilación imprescindible para entender la evolución del género en USA, que abarca los primeros años de la década de los treinta. Aderezada con las experiencias personales de Asimov, se convierte en una biografía de ilusiones y descubrimientos adolescentes; Un repaso a las revistas en formato “pulp“, como Amazing Stories, que sirvieron de contenedor de las primeras obras que dieron forma definitiva a un género que hasta el momento sólo contaba con relatos dispersos.

Esta década es el punto de partida de la explosión de obras que todavía sigue y que han hecho de este género algo imprescindible en la cultura popular.

Edmond Hamilton: El hombre que evolucionó, un relato muy inocente, que resulta infumable hoy en día, evidentes fallos científicos.

Nel R. Jones: Satélite Jameson. Breve cuento sobre el deseo de inmortalidad y lo difícil que sería aceptarla.

Capt. S. P. Meek: Submicroscópico y Awlo de Ulm; Aventuras en un mundo a nivel casi atómico. Típico pulp, ideal para los adolescentes de la época, pero, como señala Asimov, ni siquiera es que sea políticamente incorrecto: roza lo insultante.

P. Schuyler Miller: Tetraedros del espacio. Narración lenta y poco lustrosa (eso de hablar con los tetraedros por medio de tambores…)

Clifford D. Simak: El mundo del Sol Rojo. Viajes en el tiempo y distopía esclavista. No se puede pedir más. Un temprano ejemplo de las capacidades de Simak para encontrar ese toque humano, incluso dentro de un relato tirando a vulgar.

Charles. R. Tanner: Tumithak de los corredores, Tumithak en Shawn. Los shelk, procedentes de Venus, controlan la Tierra y han obligado a la humanidad a guarecerse en túneles durante milenios, donde viven temerosos, evitando la superficie dominada por los invasores. Dos cuentos de aventuras excelentes, con olor a naftalina, de los que fueron capaces de enganchar a un montón de adolescentes al género.

Jack Williamson: La era de la Luna. Una máquina antigravedad con un efecto secundario inesperado, el viaje en el tiempo. La Luna habitada, hace miles de millones de años y el viajero intrépido, algo inconsciente, de los clásicos del género de finales del XIX y principios del XX.

Laurence Manning: El hombre que despertó. El viaje en el tiempo, en su versión más plausible y casera, sirve para lanzar al protagonista hacia una extraña sociedad posterior al desastre ecológico que terminará con los recursos de la Tierra. Un cuento avanzadilla de la ciencia ficción ecológica y buen ejemplo de la especulación en el género.

Título: “La Edad de Oro de la Ciencia Ficción – I”

Autor: Isaac Asimov (recopilador)

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 7.

1974 (edición 1976)

426 páginas

Lo mejor de “Fantasy & Science Fiction”

04Recopilación que incluye los seis primeros números monográficos de la revista “Fantasy & Science Fiction”, en los que se rinde homenaje a importantes escritores de ciencia ficción.

Así, encontramos relatos de Theodore Sturgeon (septiembre 1962), Ray Bradbury (mayo 1963), Isaac Asimov (octubre 1966), Fritz Leiber (julio 1969), Poul Anderson (abril 1971) y James Blish (abril 1972).

Cuando hay interés, cuando hay amor. Aquí Sturgeon elabora una historia basándose en una loca y remota posibilidad científica: la clonación a partir de células cancerígenas, que actuarían como “embriones”. Un ejemplo de lo que se puede llegar a conseguir si mezclas amor y dinero, mucho dinero.

El abismo de Chicago. Un precioso ejemplo del genio de Bradbury, en el que un superviviente de una gran guerra se rebela contra el olvido impuesto, en una cruzada por recuperar la humanidad perdida.

La llave. Una trama clásica del gran Asimov, con artefacto alienígena incluido y una hisotria paralela muy inquietante sobre un colectivo que aboga por una solución radical a la superpoblación de nuestro planeta.

Nave de sombras. En el que es, quizás, el ejemplo de narración más consistente de toda la colección, Fritz Leiber acompaña al lector por los pasillos de una nave misteriosa, con gatos parlantes, drogas y bebidas de nombres evocadores

La reina del aire y la oscuridad. Novela corta de Poul Anderson, que narra el encuentro tardío entre colonos humanos y nativos de un lejano planeta que han evolucionado primando sus capacidades “ilusionistas”.

Siglo de pleno verano. Muy interesante propuesta de Blish en la que la conciencia del protagonista se ve lanzada 23.000 años en el futuro para terminar atrapada en el cerebro de una especie de líder que ha sido despojado de sus funciones. Un futuro que parece adivinado por Hitchcok y sus pájaros.

Después de cada relato, encontramos un breve comentario sobre los autores a cargo de compañeros o amistades del escritor en cuestión, jugosas anécdotas para redondear una estupenda recopilación de historias de estos grandes maestros del género.

Título: “Lo mejor de ‘Fantasy & Science Fiction’”

Autor: Varios Autores

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 4.

1962-1974 (edición 1976)

305 páginas

El fin de la Eternidad

26     Andrew Harlan tiene la función de Ejecutor en la Eternidad. Es uno de los encargados de realizar sutiles cambios que crearán reacciones en cadena para que la Realidad sigua un curso pacífico y libre de sufrimientos para la humanidad. Miles de mentes de todos los tiempos trabajan para ese fin, aislados de la historia, generando innumerables cambios de realidad, encauzando el destino de la especie. Una labor que ahora puede estar en peligro por una fuerza que es capaz de de rebasar incluso las fronteras temporales y acabar con la Eternidad: el amor.

 

Esta novela de Isaac Asimov contiene todos los elementos que han definido la ciencia-ficción durante su evolución: especulaciones sobre los avances científico-tecnológicos y su efecto sobre la sociedad y el individuo, una historia ágil que atrapa desde el principio, descripciones de otros mundos (en este caso las distintas épocas futuras de nuestra civilización), un personaje principal que ostenta una gran responsabilidad y que tiene en su poder la opción de cambiarlo todo,… Resumiendo, es una gozada para el amante de la ciencia ficción clásica.

     Harlan no es el protagonista prepotente y “machito” que tanto abunda en la ciencia ficción de esas décadas. Asimov inyecta humanidad en el personaje, derramando sobre él dudas, celos, pasión e inseguridad. No es un anti-héroe, pues tiene cualidades suficientes para marcar la diferencia; es un elegido, pero eso no lo despoja de su carnalidad, y se nos presenta como otra marioneta del destino que, gracias al amor, es capaz de cortar las cuerdas que lo manejan.   Nota: se debe aclarar que eso del “amor que rebasa dimensiones” aquí es simplemente una metáfora, no una mistificación hortera como vimos hace poco en Interestelar…

El personaje femenino, Noys, que supuestamente procede de un siglo liberal en sus costumbre, no está tan definido. En cierto modo parece que simplemente era necesaria como disparador del cambio a través de la obsesión de Harlan por ella. Es la única pega, junto con un final “made in Hollywood”, que le puedo poner a este magnífico libro.

No hay que olvidar la maestría con la que Asimov trata un tema tan complejo como el del viaje en el tiempo y sus paradojas. Según transcurre la trama, el lector no tiene ningún problema para situarse entre las breves explicaciones y especulaciones científicas sobre esa hipotética Eternidad, un lugar fuera del tiempo. Ahí es donde se parecia la madera de divulgador del estadounidense, que, esta vez, no desborda al lector con datos, dejando que la acción suceda sin más. Eso sí, aderezada con una interesante reflexión sobre las implicaciones morales que se deriva del uso de una tecnología tan avanzada que modifica lo más íntimo de la propia realidad y del ser humano.

Un buen ejemplo, en definitiva, de lo que ha hecho de Asimov uno de los escritores imprescindibles del género.

 

Título: “El fin de la Eternidad”

Autor: Isaac Asimov

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 26.

1955 (edición 1977)

276 páginas

A lo marciano

Otro librito más de la colección SuperFicción de Martínez Roca, esta vez del aclamado Isaac Asimov. Una colección de cuatro novelas cortas (o cuentos largos) que sólo recomiendo si uno está interesado en leer todo lo que ha escrito este prolífico y admirado autor.

En resumidas cuentas, no se pueden calificar, creo, de obras terminadas; más bien parecen esbozos de argumentos. La característica común es elaborar una historia  a partir de algún dato científico. Son como una especie de “novelas divulgativas” o “divulgación novelada”, pero sin un interés literario intrínseco.

De las cuatro, quizás la que más puede atraer es “En lo profundo”. Es mucho más libre y ciertamente interesante, y el dato científico (o la teoría, mejor dicho) de la que parte no domina la trama de la historia. Del resto, “Juventud” desespera por lo tedioso de los diálogos, que son simplemente repelentes, y su única salvación es un final sorpresa, que en los años 50 podría ser impactante, pero que a un lector de nuestra época puede parecerle bastante manido.

“Engañabobos” comienza estupendamente, con grandes ideas, pero el final es precipitado y desilusionante.

Y en  “A lo marciano“, parece que es un cúmulo de datos astronómicos sobre el sistema solar (algunos ya anticuados, claro) y la historia una excusa para divulgarlos.

Así, que, en general, no es que sea una lectura especialmente recomendable, incluso siendo Asimov.

 

Título: “A lo Marciano”

Autor: Isaac Asimov

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 61.

1955 (edición 1981)

190 páginas