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La legión del espacio

09El viejo John Delmar confiesa a su doctor que puede recordar el futuro. Su propia muerte y mucho más allá. Incluso cientos, miles de años es capaz de visualizar (es más, vivir) en la mente de sus descendientes. Meses antes de su fallecimiento, Delmar escribe con detalle el futuro de la humanidad a través de generaciones enteras, y es así como tenemos acceso a las aventuras de John Ulmar, miembro de la Legión del espacio en el siglo XXX.

Jack Williamson creó con La legión del espacio uno de los clásicos de la edad de oro de la ciencia ficción. Con la breve excusa del recuerdo del futuro, que consigue ponernos en situación de expectativa, nos introduce de lleno en una historia repleta de aventuras, relatada como una de las primeras montañas rusas, sin complicados bucles o cambios bruscos de dirección, únicamente subidas y bajadas. Eso sí: vertiginosas.

El tono general de la novela destila inocencia, placer por contar las peripecias a las que se enfrenta el protagonista, inventando lugares y situaciones que excitan la imaginación. Mundos desconocidos, monstruosos alienígenas, traiciones, armas secretas… Todos los elementos que cualquier adolescente lector de las revistas Pulp de las décadas anteriores disfrutaría con deleite. Nada importan los numerosos fallos científicos, o  los clichés que hemos leído y visto tantas veces en el género. Eso es lo de menos.  Es, precisamente, esa ingenuidad adolescente la que lo mantiene vivito y coleando 70 años después.Si uno quiere descubrir qué hizo de la ciencia ficción un género tan popular a mediados del siglo XX, este libro es un ejemplo perfecto.

 

Título: “La legión del espacio”

Autor: Jack Williamson

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 9.

1947(edición 1976)

206 páginas

 

La isla del Dragón

95El genetista Dane Belfast intenta seguir la pista de Kendrew, genio creador de la mecánica genética, un procedimiento para conseguir mutaciones ventajosas en sólo una generación. En su búsqueda descubrirá que el método ya ha sido utilizado para alterar los genes de seres humanos y conseguir el siguiente paso en la  evolución de la especie con individuos que poseen tremendas habilidades físicas y psíquicas.

Jack Williamson presenta en esta breve novela la disyuntiva entre la competencia y la colaboración; el instinto de conservación del rebaño (el ser humano) y la aceptación del diferente (los “no-humanos”).

Escrita en 1951, siete años después de los indicios experimentales de que era el ADN el responsable de la transmisión de las características hereditarias, y un año antes de su confirmación mediante el experimento de Hershey y Chase, Williamson, casi a ciegas y todavía asignando a las proteínas el papel de genes, intenta pronosticar las posibilidades de las técnicas de modificación genética. Utilizando más ficción que ciencia, nos describe un mundo en el que las posibilidades son infinitas: desde poderes psíquicos (psicoquinesia, telepatía) y características físicas mejoradas (inmunidad a las enfermedades y longevidad sin límites) hasta la creación de animales capaces de sobrevivir con la fotosíntesis o árboles capaces de incorporar metales y elementos radiactivos cuyos frutos son naves espaciales… Conclusiones que hoy parecen inocentes, fantásticas y arriesgadas, aunque en los últimos años se ha ido cocinando una verdadera revolución que hubiera hecho las delicias de Williamson y que pueden significar un punto y aparte en nuestra historia como especie.

Título: “La isla del dragón”

Autor: Jack Williamson

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 95.

1951(edición 1985)

189 páginas

El dios más pequeño

47Esta colección de cuentos escritos para revistas Pulp de Lester del Rey presenta los primeros escarceos del escritor estadounidense en el género fantástico y de la ciencia ficción, allá por la década de los 40. Los años no pasan en balde y sólo algunos resisten dignamente. A pesar de ello las ideas recogidas en estos relatos merecen ser tenidas en cuenta.

La característica más común de la mayoría de ellos es una mezcla peculiar de géneros, en los que la ciencia ficción se alía con el fantástico o incluso el terror (“Cruz de fuego”, “Carrillón de cráneos”).

Así tenemos notables ejemplos como el relato que da nombre a la colección, “El dios más pequeño”, en los que la combinación de leyenda y ciencia funciona a la perfección; algo apolillado para un lector del S XXI, pero con encanto. Esos seres legendarios, duendecillos, gnomos aparecen como protagonistas en “De todo” y “Réplica en bronce”. También tenemos ejemplos de ciencia-ficción dura, como en “Hábito”, “Las estrellas miran hacia abajo” y “Sin águilas”, aunque plagados de errores científicos y suposiciones demasiado inocentes vistos con perspectiva, como un intento del autor para contentar a los lectores menos acostumbrados a la especulación. A este último género se acerca el autor en su primer cuento, “El fiel amigo”, retomándolo en “Reencarnado”, pero alcanza cotas memorables con “Me llamo legión”, para mí el cuento más consistente y cuya máquina duplicadora puede verse como un lejano antecedente de la fascinante “El prestigio” de Cristopher Priest. Hitler multiplicado en el tiempo, que precede en la presente edición al último cuento “Aunque crezcan las amapolas”, un clásico viaje en el tiempo escrito para animar a los estadounidenses en la nefasta época de la Segunda Guerra Mundial.

Arqueología de escritor aficionado que logra convertirse en autor consagrado, con detalles de las peripecias para conseguir que un cuento sea publicado y la importancia de los editores de las revistas Pulp en esa época dorada de la ciencia ficción.

Título: “El dios más pequeño”

Autor: Lester del Rey

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 47.

1975(edición 1979)

347 páginas

La edad de oro de la ciencia ficción, I

07

Isaac Asimov presenta la primera parte de una recopilación imprescindible para entender la evolución del género en USA, que abarca los primeros años de la década de los treinta. Aderezada con las experiencias personales de Asimov, se convierte en una biografía de ilusiones y descubrimientos adolescentes; Un repaso a las revistas en formato “pulp“, como Amazing Stories, que sirvieron de contenedor de las primeras obras que dieron forma definitiva a un género que hasta el momento sólo contaba con relatos dispersos.

Esta década es el punto de partida de la explosión de obras que todavía sigue y que han hecho de este género algo imprescindible en la cultura popular.

Edmond Hamilton: El hombre que evolucionó, un relato muy inocente, que resulta infumable hoy en día, evidentes fallos científicos.

Nel R. Jones: Satélite Jameson. Breve cuento sobre el deseo de inmortalidad y lo difícil que sería aceptarla.

Capt. S. P. Meek: Submicroscópico y Awlo de Ulm; Aventuras en un mundo a nivel casi atómico. Típico pulp, ideal para los adolescentes de la época, pero, como señala Asimov, ni siquiera es que sea políticamente incorrecto: roza lo insultante.

P. Schuyler Miller: Tetraedros del espacio. Narración lenta y poco lustrosa (eso de hablar con los tetraedros por medio de tambores…)

Clifford D. Simak: El mundo del Sol Rojo. Viajes en el tiempo y distopía esclavista. No se puede pedir más. Un temprano ejemplo de las capacidades de Simak para encontrar ese toque humano, incluso dentro de un relato tirando a vulgar.

Charles. R. Tanner: Tumithak de los corredores, Tumithak en Shawn. Los shelk, procedentes de Venus, controlan la Tierra y han obligado a la humanidad a guarecerse en túneles durante milenios, donde viven temerosos, evitando la superficie dominada por los invasores. Dos cuentos de aventuras excelentes, con olor a naftalina, de los que fueron capaces de enganchar a un montón de adolescentes al género.

Jack Williamson: La era de la Luna. Una máquina antigravedad con un efecto secundario inesperado, el viaje en el tiempo. La Luna habitada, hace miles de millones de años y el viajero intrépido, algo inconsciente, de los clásicos del género de finales del XIX y principios del XX.

Laurence Manning: El hombre que despertó. El viaje en el tiempo, en su versión más plausible y casera, sirve para lanzar al protagonista hacia una extraña sociedad posterior al desastre ecológico que terminará con los recursos de la Tierra. Un cuento avanzadilla de la ciencia ficción ecológica y buen ejemplo de la especulación en el género.

Título: “La Edad de Oro de la Ciencia Ficción – I”

Autor: Isaac Asimov (recopilador)

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 7.

1974 (edición 1976)

426 páginas

Dramocles

92

Dramocles, soberano de Glorm, recibe una visita programada 30 años atrás en la que su destino le es revelado. Para alcanzarlo debe poner fin a tres décadas de paz (y aburrimiento) en su reino. Pronto descubrirá que no es más que un títere en una conspiración urdida por alguien muy cercano con la ayuda de una computadora bastante peculiar.

Llena de humor e ironía, Sheckley dibuja en esta pequeña novela un relato que recuerda a los embrollos de realidades de K. Dick, aunque aquí todo queda explicado. No sólo es ese complot que articula la trama; también encontramos parecido en esa mención de los “masa media”, que diría la difunta Chus Lampreave, como elemento de creación de realidades sociales a gusto de los mandatarios.

Una caricatura de la ciencia ficción de estilo “medieval”, en la que aparecen reyes, incluso un poco de magia inexplicable, hay batallas a la vieja usanza y la tecnología queda como simple recurso para que las tropas-robot o humanas se muevan de uno a otro planeta.

Divertida e inteligente, Dramocles consigue arrancar la sonrisa del lector con solvencia y dejar un buen sabor de boca. Muy aconsejable.

Título: “Dramocles”

Autor: Robert Sheckley

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 92.

1983 (edición 1984)

159 páginas

UBIK

13Un grupo compuesto por los mejores inerciales, personas con capacidades anti-psiónicas, parten en misión a una base lunar junto con Runciter, su jefe.

Runciter asociados es la empresa más importante del ramo, que ofrece servicios de neutralización de psis (telépatas, precognitores, etc…); ahora tiene la oportunidad de asestar un golpe mortal a Hollis, otra organización dedicada a la utilización de psis con fines comerciales. Pero es viaje es una trampa: una gran explosión mata a Runciter y deja a sus empleados en una situación desesperada. La mejor opción es volver a la Tierra rápidamente y comunicar la muerte de su jefe a su esposa, Ella, que co-dirige la empresa desde la semivida, un estado previo a la muerte total que permite la comunicación con personas fallecidas a las que se ha podido conservar en una fríovaina antes de la muerte cerebral total.

Pronto, diversos acontecimientos con un denominador común, la omnipresencia de Runciter en todos los detalles cotidianos, así como el deterioro de la misma realidad, hace sospechar al grupo de que algo no va bien…

Ubik es una de las novelas más notables del escritor californiano. Muchos de sus incondicionales la consideran lo mejor de su producción.

Escrita en 1969, un año después de la publicación de su obra más emblemática, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, encontramos aquí los elementos característicos que definen la obra de Philip K. Dick: personajes con capacidades asombrosas, una realidad que no es lo que parece, mezcla de capas traslúcidas que dejan ver otros mundos conviviendo en un mismo espacio y tiempo, la religión, Dios, presente en forma de aerosol milagroso que enfoca la percepción de la realidad oficial…

El universo dickiano es un gran mosaico hiper-cubista en el que el objeto es el propio universo, que se dibuja no desde distintos puntos de vista, como ocurre con el cubismo pictórico, sino como un ente multidimensional que los personajes perciben por partes, siendo el todo imposible de asimilar y en el que deben encajar las piezas, algo imposible. Y es imposible para ellos desde dentro del libro y para el lector desde fuera, aunque cuenta con más pistas. No hay solución.

La sensación de extrañamiento que provocan todas las obras de Dick alcanza su máximo en esta novela. Una vez comenzado el viaje por sus páginas, nunca volvemos al punto de retorno. La espiral te coloca en una casilla de salida similar pero desplazada respecto al origen.

Esta experiencia de desubicación existencial cristaliza en el poder de uno de los personajes, Pat, capaz de alterar el transcurso de la línea temporal, modificando momentos anteriores en una especie de salto al vacío entre los múltiples universos de la física cuántica.

A todo esto hay que añadir la “semivida”, una faceta más en el juego de espejos de la historia.

Es difícil explicar cualquier aspecto de esta obra impresionante. Lo mejor es sumergirse en ella, dejarse mecer por la espuma cuántica y perderse en la maraña de detalles que la conforman. Ya sabéis: es inofensiva si se usa según las instrucciones.

Título: “UBIK”

Autor: Philip K. Dick

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 13.

1969 (edición 1976)

197 páginas