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Planeta de exilio

49Una colonia de seres humanos (llamados lejosnatos por los habitantes locales) aguanta desde hace generaciones las duras condiciones del planeta Eltanon, que tarda 60 años en dar una vuelta a su estrella, generando inviernos terribles que duran casi dos décadas. Los hilfos, también “hombres” pero oriundos del planeta aunque con una tecnología muy poco avanzada, tienen que luchar contra las embestidas del clima y de las tribus de nativos del norte que cada invierno migran hacia el sur.

Enmarcada dentro del ciclo Ekumen, Planeta de Exilio es otro ejemplo del interés de Úrsula K. Leguin en el análisis de distintos tipos de sociedades y el resultado de su convivencia. Los lejosnatos, que no pueden utilizar su alta tecnología para no interferir en el desarrollo de los habitantes oriundos del planeta, llevan 600 años aislados sin posibilidad de comunicación con el exterior. A diferencia de otras novelas del ciclo no disponen del “ansible”, el dispositivo que permite una comunicación instantánea sin importar la distancia. A este aislamiento forzoso hay que añadir un problema de fertilidad en la colonia.

La autora utiliza la relación entre un colono y una nativa como hilo conductor de la trama mientras describe las características del planeta y sus habitantes, estos viviendo en la prehistoria y aquellos pertenecientes a una civilización muy superior que conoce y practica el arte y la literatura. Las duras condiciones del planeta y la invasión de las tribus bárbaras y del verdadero enemigo, el invierno, obligan a las dos comunidades a colaborar y a un principio de entendimiento. Pero Leguin no utiliza su creación para llegar a una conclusión definitiva, y ese es uno de los puntos fuertes de su propuesta. Una lectura para reflexionar sobre el choque de civilizaciones, el respeto por el diferente, los conflictos derivados de esa diferencia y cómo la lucha contra un enemigo superior puede ser el primer paso para obtener soluciones, aunque sean temporales.

Título: “Planeta de Exilio”

Autor: Ursula K. Leguin

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 49.

1966(edición 1980)

155 páginas

 

La mano izquierda de la oscuridad

Gueden es el último de los planetas habitados por descendientes de los Hainish que ha sido descubierto por el Ecumen y que investiga Genly Ai, explorador terrestre, en una primera fase de acercamiento. Con un clima extremadamente duro, lo que hizo que se conociera al planeta como “Invierno”, los guedenianos poseen una característica que los diferencia notablemente del resto de grupos antropomorfos conocidos: su sexualidad hermafrodita. Durante los periodos de inactividad sexual, poseen un sexo indeterminado, andrógino. Durante el kémmer, su período de apareamiento, que se da una vez al mes, esa ambigüedad desaparece y cada individuo adopta el comportamiento y los atributos genitales masculinos o femeninos, dependiendo de condiciones externas, de sus propias hormonas y de la proximidad de otros individuos sexualmente receptivos. Todos los habitantes del planeta pueden, por lo tanto, ser progenitores como padre y como madre.

Ursula K. Leguin consigue pegar una bofetada al lector al derrumbar algo que es fuente de constante conflicto en nuestro mundo. Los roles sexuales no tienen ningún sentido en una sociedad así. No nos describe, sin embargo, una utopía asexual, sin problemas. El planeta está dividido en varios reinos y existen enfrentamientos entre ellos por motivaciones políticas.

La novela no se limita a la descripción del explorador terrestre (teñida de comentarios referentes al dimorfismo sexual, aunque sea inexistente), ya que la autora se sumerge en la mente de un Guedeniano para contarnos su parte de la historia, su extrañeza ante un ser que siempre es hombre y que convive con mujeres que lo son desde el nacimiento hasta su muerte, en un planeta en el que todos están permanentemente en kémmer.

Enmarcada en el universo Ecumen, comparte con “Los desposeídos”  el estudio de sociedades que se alejan de la nuestra, bien sea por motivaciones políticas o por imposición genética, como en este caso. A Ursula K. Leguin no le tiembla la mano al meter el dedo en la llaga en los traumas que arrastramos desde las cavernas, siendo uno de ellos el sexo y los distintos roles impuestos por nuestra estructura social. Aquí no sólo desaparecen éstos, sino también los asociados con otras opciones sexuales: en Gueden tampoco tiene sentido hablar de homosexualidad o bisexualidad.

Es interesante también el marco en el que se mueven los personajes, en una especie de siglo XX, con su tecnología incluida, pero, a la vez, como si fuera una Edad Media eterna, con reyes y traiciones políticas a la orden del día.

Resumiendo, “La mano izquierda de la oscuridad” es una gran novela, de las imprescindibles de la ciencia ficción. No en vano fue ganadora del premio Hugo a la mejor novela en 1970, aunque quizás estemos en una de esas ocasiones en las que un libro de este calibre debería sobrepasar las fronteras del género y ser considerado como un importante exponente de la creación literaria del siglo XX.

El Nombre del mundo es bosque

Los creechis, seres con la misma ascendencia que los humanos, habitan un planeta repleto de selvas que interesa a los humanos por sus numerosos recursos naturales. Es una especie inteligente pero que, aparentemente, no opone ninguna resistencia a la colonización humana, que roza la esclavitud. Comunicarse con los creechis es harto difícil, pues estos dividen la realidad en dos estados: el tiempo real y el tiempo sueño.

Un buen ejemplo de ciencia ficción ecológica, en un estilo que hace poco vimos en Avatar: una sociedad profundamente ligada a la naturaleza de su planeta, con la que comparten una especie de misticismo y respeto mutuo que el ser humano intenta quebrar, consciente o inconscientemente, con su llegada.

Esta novela de Ursula K. Leguin también consiguió el máximo galardón de la ciencia ficción, el premio Hugo, y se enmarca en el universo Ecumen, como ya ocurría con Los desposeídos. De hecho, aparece alguna mención a la trama de esta última, como el comunicador instantáneo, el “ansible”.

Escrita en 1972, cuando la sociedad ya empieza a percibir el problema de la conservación de la naturaleza y la agresiva actividad del hombre como culpable del deterioro de inmensas zonas, sobre todo de la selva de Sudamérica, los creechis aparecen como un símil de las culturas amazónicas expuestas a la sobreexplotación de su hábitat por parte de Occidente. Culturas que poseen conocimientos ancestrales e intuitivos que deben entenderse y preservarse, aunque toda investigación conlleva el riesgo de la contaminación y el desmantelamiento de dicha sociedad.

Los desposeídos

Urras y Anarres son dos planetas gemelos orbitando un lejano sol. El primero fértil, húmedo, rebosante de vida, mientras que su “luna” es inhóspita, seca, estéril, de clima duro. Los urrasti se rigen por un sistema capitalista, similar a lo que conocemos en la vida real: el poder del dinero, la corrupción, distintos grados de represión social e individual. En Anarres gobierna la anarquía, la libertad individual total. Es el resultado del exilio de anarquistas de Urras para encontrar un lugar en el que poder desarrollar una sociedad sin injusticias y en la que el dinero no sirve para nada y ninguna persona posee a nada ni a nadie.

“Los desposeídos” es una de las novelas ganadoras del Hugo de una de las escritoras más influyentes en la ciencia ficción, Ursula K. LeGuin. Su preocupación por las estructuras sociales encuentra un fiel reflejo en esta historia utópica en la que confronta dos sistemas totalmente distintos y los analiza en un juego de espejos que tiene como protagonista a un científico anarrasti, Shevek, que estudia la configuración física del tiempo y que es invitado a Urras para que continúe un prometedor trabajo que resulta interesante por su potencial para conseguir una ventaja frente al resto de civilizaciones del Ekumen (un universo creado por LeGuin en el que se ambientan varias de sus novelas y en el que existen varias especies humanas con un mismo origen, los Hain).

La descripción de la sociedad anarrasti es lo más destacable del libro, y su confrontación con el mundo capitalista. Los anarquistas han llevado al límite su ideología: hablan un idioma en el que no existe el concepto de propiedad (yo no te presto “mi bicicleta”, sino que “comparto la bicicleta que yo utilizo”), la libertad sexual es total y el dinero ni siquiera existe. Incluso los niños no tienen por qué ser criados por sus padres y su nombre es obtenido mediante una computadora para que ningún niño o niña tengan el mismo nombre.

Pero, K. LeGuin no se limita a dibujar las diferencias entre los dos sistemas, señalando virtudes de uno y defectos del otro; también nos da pistas para comprender cómo cualquier estructuración social, partiendo de cualquier ideología, tiene irremediablemente una serie de grietas por donde se cuela el instinto animal, no racional, del ser humano. Así, incluso una sociedad como la anarrasti, en la que la libertad individual es algo sagrado, en la que ese instinto animal es libre de mostrarse tal y cómo es mientras no sea perjudicial para el conjunto social, también puede resquebrajarse y permitir que asomen los eternos problemas humanos, como el egoismo o la envidia.

Una novela de una calidad excepcional y que resulta especialmente atractiva en este momento de fallo sistémico que estamos viviendo.

Destacar, por último, la estupenda edición de minotauro, en la que ha recopilado las tres novelas de la autora ganadoras del Hugo.