Lou Reed

Muere Lou Reed y aquí, en mitad de La Mancha, no puedo evitar que caiga alguna lágrima.

Recuerdo la única vez que lo vi en directo, como invitado sorpresa en un concierto de Laurie Anderson en Madrid, hace ya varios años.

Su maravilloso disco con John Cale recordando a Warhol, que habré escuchado cientos de veces, que conozco de memoria y que presté y no volví a ver nunca más. Pero lo sigo escuchando, y también mis alumnos cuando les hablo del Pop Art.

El doble casette con sus éxitos, de descuento en unos grandes almacenes de Murcia, que todavía anda por aquí.

New York, Set the Twilight Reeling, Magic and Loss, el trío también de oferta, formato CD, del que mamé sus letras con ansias. Llegué tarde a su mundo, pero estos discos se clavaron en mí como espadas.

Se va una parte de lo que me ha hecho como soy. Yo también caminé por el lado salvaje, y el coro de fondo me susurraba ese “du du du duduru du” y me hacía más fuerte.

Lou Reed me hablaba de la ciudad, de los parias, los excluidos. Más tarde conocí ese mundo y descubrí que Lou Reed hablaba de mí, de nosotros. Nunca podré agradecérselo lo suficiente.

Quedan los recuerdos y la música. Lou Reed ha muerto, pero Lou Reed está vivo.

Satellite’s gone up to the skies

Things like that drive me out of my mind

I watched it for a little while

I love to watch things on TV

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