sueñoDécadas después de la destrucción del hotel Overlook, Dan Torrance, el niño protagonista de los sucesos inexplicables que allí ocurrieron, es ahora un adulto que, como su padre Jack, utiliza la bebida para huir de la realidad y sus recuerdos.

Después de tocar fondo consigue rehacer su vida en un pequeño pueblo de New Hampshire, donde comienza a asistir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Su nuevo trabajo como celador de una residencia de cuidados paliativos le permite reconciliarse con su peculiar capacidad extrasensorial, con la que ayuda a enfermos moribundos a superar el trance final sin sobresaltos

Pero Dan no es el único que posee el “resplandor” y pronto percibirá a alguien mucho más poderoso que él: una pequeña niña con la que descubrirá una fuerza tan maligna como los fantasmas que lo acechaban en el Overlook.

Stephen King contesta con esta novela la pregunta que muchos nos hacíamos: ¿Qué pasó con Danny y su madre después de la tragedia del Overlook?

Con ese estilo fluido tan característico del autor de Maine, que hace que el lector devore páginas (casi) tan rápido como él las escribe, la historia evoluciona hacia un nuevo enfrentamiento entre el bien y el mal.

Las referencias a El Resplandor son las suficientes y no se recrea en ellas, algo a tener en cuenta y que se agradece. Después de todo, Kubrick fagocitó la idea original y el Danny del dedo pintado, con  su REDRUM susurrante es lo que ha quedado grabado a fuego en nuestra mente (por mucho que le pese a King…)

De todos modos, esta es la continuación del libro, no de la película. Dick Halloran, el mentor resplandeciente de Danny, no ha caído fulminado por el hacha de Jack (Nicholson) Torrance. Está vivito y coleando y sigue aconsejando a su pupilo. Los fantasmas del hotel continúan atormentando a Dan, pero, eso sí: la habitación vuelve a ser la 217, no la 237…. simple cuestión de números o de conspiraciones, vaya usted a saber.

En la primera parte del libro, King pasa página, en cierto modo obviando a Wendy, madre de Dan, ya muerta, y que sólo aparece como recuerdo, y nos va situando en lo que le interesa: la existencia de un grupo de vampiros psíquicos, malvados sin opción, que amenazan a la pequeña Abra, una niña con poderes impresionantes (más que resplandor, lo que tiene es el cañón de luz de una discoteca).

Curiosamente, estos malvados chupa-resplandores nos obsequian con una nueva palabra para definir las aptitudes extrasensioriales de gente como Dan, Dick Halloran o Abra: Vapor. Eso es de lo que se alimentan y eso es lo que producen las personas que resplandecen, según la terminología oficial del mito.

Así que tenemos un plantel de personajes y lugares perfilados al más puro estilo King:

Niña con superpoderes; adulto que fue niño con superpoderes y que ahora es borracho rehabilitado; el mal encarnado en una especie de secta oculta que recorre el país de costa a costa en caravanas infligiendo daño y terror; un toque de Maine por aquí, un doctor asombrado pero comprensivo por allá; fantasmas…

No decepcionará a sus fans, y eso me parece correcto. Stephen King hace bien su trabajo y sabe para quién escribe.

Es un acierto incluir acontecimientos reales de las últimas décadas para contextualizar los años perdidos de Dan Torrance, creo que con la finalidad de distanciarnos del Danny atrapado en la película, que parece estar en otra dimensión. Esta historia es parte del universo de Stephen King con todas sus consecuencias, incluidas futuras andanzas de la co-protagonista, porque nos quedamos mosqueados ante un final algo previsible y demasiado feliz…