sinsaboresAmalfitano, viudo de 50 años, profesor de literatura en la Universidad de Barcelona, se ve obligado a dejar su puesto por razones de moral; su amistad con Padilla y otros jóvenes poetas homosexuales no es bien vista por el rectorado. Por ello se ve obligado a trasladarse a Santa Teresa, en México, siguiendo una oferta de trabajo en esa universidad.

Tercera de las novelas editadas de manera póstuma del chileno Roberto Bolaño, planeada y elaborada durante décadas, Los sinsabores del verdadero policía es un puzle repleto de historias paralelas, escrito con ametralladora, descarnado y tierno a la vez.

Los personajes y acontecimientos reales se entremezclan con otros ficticios; la frontera entre lo imaginado y lo real no interesa y todo se entrelaza magistralmente en la prosa desenfrenada de Bolaño.

Es fácil enamorarse de estos personajes. Desde el ingenuo Amalfitano, hilo conductor de la novela, hasta el huracanado Padilla, que vive al límite exprimiendo su juventud y su talento. Incluso personajes secundarios, como los Carrera, una pareja que acoge al protagonista en su estancia en Barcelona, miembros de la burguesía catalana, incómodos pero comprensivos con Amalfitano, son retratados con generosidad.

Las breves historias que apuntalan este edificio, incluidas las reseñas de los libros del imaginario J. M. G. Arcimboldi, son como las pinceladas de un cuadro expresionista, bien visibles, bellas en sí mismas y que definen la esencia del cuadro.

La novela termina de manera abrupta. Lo que leemos es, según la nota editorial, lo que Bolaño tenía en sus archivos. Nos quedamos sin saber qué será de Padilla, atrapado por “el Dios de los homosexuales“, o el por qué de ese seguimiento a Amalfitano y su hija. Aún así, el viaje a Ítaca es suficiente y aprendemos, disfrutamos y temblamos durante el camino.