Un pequeño resumen de los conciertos a los que asistí:

Magnetic Fields:

Un concierto frío, en su estilo. Stephin ha renacido como osito y dan ganas de comérselo. Excelentes canciones, adorable voz de barítono y un verdadero placer estar de nuevo en sus manos. Buen comienzo de festival. A Stephin podría decirle uno eso de “si tú me dices ven, lo dejo todo”. La versión de “The Book of Love” fue cautivadora.

Hidrogenesse:

Señores organizadores: aclárense con el uso que le dan al auditorio durante el festival, porque es un poco ridículo. No pude verlos.

Kiko Veneno:

Sonido espectacular. Se nota dónde hay tablas. Tiró de éxitos, cosa que le agradezco, y el público disfrutó de lo lindo. Después de la frialdad (maravillosa) de los Magnetic, el extremo contrario: sangre latina y flamenca a rabiar. Estupendo.

PULP:

A medio gas, sinceramente. El espectáculo visual era estupendo, pero los encontré demasiado místicos y no me gustó demasiado

The Gossip:

Escuché unas cuantas canciones desde lejos y sonaban estupendamente (creo que a esa mujer no le hace falta micrófono).

Yuck:

No los conocía, y me parecieron un pelín aburridos. No están mal, pero no lograron enganchar. Además estaba lloviendo y eso deslució un poco su concierto. Me parecieron un poco “flipados”, en el peor sentido de la palabra. Muy depresivos.

Bigott:

Sin palabras. Me declaro oficialmente fan de ese hombre. Merece la pena por la música y por el grandioso espectáculo que ofrece con su “danza moderna”. Nos hizo pasar un muy buen rato. Muchísimas gracias.

Mogwai:

Exceptuando el fallo técnico después de la primera canción (por cierto, grandioso el comentario de alguien cerca de mí: “¡¡¡CTRL   ALT    SUPRIMIR!!!”), el concierto fue una orgía de ruido muy bien elaborado. Todavía me sangran los oídos. Realmente espectacular. Me gustaron bastante.

The Flaming Lips:

Desgraciadamente la palabra “corto” es la primera que viene a mi mente. Una hora escasa, que supo a poco. Por lo demás, el habitual confeti, balones, Wayne dentro de su bola de plástico sobre el público, manos gigantes, megáfono y video desde el micro… Es decir, la hostia. Me siguen pareciendo una de las experiencias en vivo más espectaculares de los últimos tiempos. Son como unos Pink Floyd caseros. No he tenido la suerte de ver a estos últimos, pero es la segunda vez que veo a Wayne y espero repetir. Hay quien denosta esta especie de “fiesta” algo infantil, como si no fuera lo suficientemente serio, como si fuera un simple ejercicio de “frikismo”. Quién así lo piense, está en su derecho, pero no entiende cómo funciona la vida y el universo. Su condena será un concierto infinito de Yuck…

 

Muy buen fin de semana, en definitiva, con buena compañía, buena música y que terminó con un caldero junto al mar. Me llevo de vuelta buenos recuerdos, dos piedras de lapilli del Etna (sí, sí, del Etna), la convicción de que mi barba está de moda y nuevas amistades… ¿Qué mas se puede pedir? (Bueno, yo pediría más, pero me temo que es imposible)