cp     Los escritores se rebelan: quieren volver a escribir. La ficción se ha vuelto automática; máquinas redactoras se encargan de elaborar las más diversas historias y los humanos “autores” han sido relegados a un papel meramente ornamental, disfrazados como antiguos autores de renombre, únicamente revisan el trabajo de las redactoras. Si quieren volver a ser protagonistas de la creación literaria, no queda otro remedio: hay que destruirlas. Pero el oficio de escritor no es fácil y sólo frases inconexas surgen de sus perezosas cabezas. La editorial Rocket House tiene un as en la manga, una medida desesperada: los cerebros plateados.

Redactada e imaginada como una broma sobre el mundo editorial, “Los cerebros plateados” no deja el agradable sabor del buen sarcasmo. Demasiado confusa, sin un personaje realmente sólido, ni tan siquiera el metálico robot Zane. Absurdos personajes son obligados a transitar por una trama de aparente complejidad que estructura la sátira.

Durante toda la lectura, uno tiene la sensación de estar reviviendo un episodio de Futurama, pero sin Bender… Mejor dicho: parece una comedia romántica con Calculón como protagonista de voz engolada, de esas que hacían las delicias del robot gamberro de Groening.

Una obra menor que no termina de cumplir las expectativas iniciales, entretenida a ratos, pero poco convincente que, además, no ha soportado nada bien el paso del tiempo.

 

Título: “Los cerebros plateados”

Autor: Fritz Leiber

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 8.

1961 (edición 1976)

190 páginas