Desapariciones, secuestros, asesinatos, infidelidades, rupturas, matrimonios de conveniencia…. Todo esto puede encontrarse en esta colección de cuentos de Alice Munro. Pero estos acontecimientos no son el motivo principal; ni siquiera son excusas para hilar la trama. Suceden. Y los personajes deambulan por esas historias, algunas terribles, viviendo sus vidas en narraciones que son como un mapa de carreteras, con cruces, vías paralelas, bifurcaciones y desvíos que los llevan a sitios desconocidos pero, en cierto modo, familiares para el lector.
Es cierto que hay algo en estos cuentos que recuerda a Chéjov, como ya se ha dicho.
La autora canadiense se recrea con sumo detalle en las sensaciones cotidianas de los habitantes de sus historias. Mujeres que relatan en primera persona parte de su recorrido por la vida, apoyándose en pequeños detalles; mujeres a veces narradas por la autora, que desmenuza cualquier instante banal para penetrar en otra dimensión, la más profunda, llegando a la raiz de su esencia humana, en lo bueno y en lo malo. En ese sentido, también me recuerda a los cuentos de ese otro ruso genial que era Gogol.
Estos personajes están atrapados por las convenciones sociales, pero, cada uno a su manera, se revuelven e intentan salir airosos, manteniendo intacta su dignidad. Y esa es la sensación que queda sobre todo lo demás en el lector. Seres humanos que actúan con dignidad. Alice Munro no sólo no la cuestiona, sino que la retrata con tantos matices que casi se puede visualizar como un diamante repleto de brillos y sombras, tallado por los hachazos de la vida.
Muy recomendables estos cuentos, incluso aunque su lectura incomode por la sucesión de tramas paralelas convirtiéndolos en narraciones nada convencionales.